...y su Majestad decidió irse de viaje. pronto cogió un avión hacia un destino cálido ya que no hay cosa mejor al mundo que desvestirse, y en todos los sentidos. llegó, tardó una hora en salir del aeropuerto de destino donde se hacía tramites burocráticos y allí que se fué perdiéndose entre landas desconocidas. Missinho al volante como taxista y guia, pero pena que no se veía un pijo ya que era noche profunda. el piel rojiza y bronceada y un habla melosa típica hogareña. fuera de la ventanilla se distinguían por las calles niños en bicicletas que corrían sin miedo por la carretera al lado de camiones enormes, cosas que solo se hacían hace treinta o cuarenta años atrás ahí por la vieja Europa. su Majestad decidió bajar la ventanilla del modesto coche y de pronto entraron el olor de prado seco de verano y el calorcito que sube de la tierra quemada por el sol a lo largo de toda una estación. Al fin llegó a su morada totalmente deslocalizado y pensando en adaptarse a la nueva hora.
a la mañana siguiente desayuno con diamantes pero todavía no consigue el viejo darse cuenta de donde está, pero repentinamente la vista de playas enormes, inmensas, de la arena finisima y blanca, de los acantilados preciosos con bosques tropicales le pusieron en su sitio: lo que sintió fuè un sosiego y una calma sin precedentes. baños en aguas azules y verdes casi esmeraldas, la fuerza de las olas que le arrastraban y que le procuraron heridas leves en la piel del hombro derecho y de los dos pechos, comida con pescado, arroz y fajao. de ahí en adelante el descanso fué total y absoluto. su Realeza se quedó sin palabras y sin palabras se dirigía a la gente que encontraba en su camino, compartiendo con ella el silencio. las playas se sumaban una tras otra en los días a venir como símbolo de un pequeño paraíso coloreado y efervescente: arena, rocas, palmeras, mar salada, espuma blanca. largos paseos por la orilla del océano que se iba retirando dejando en la arena su rastro como lechos de ríos, el buggy que le hacia saborear la expansión del mundo perdida en la vastedad del ser. y llegó también una fiesta en una casa blanca con piscina, una piscina que besaba el umbral de la residencia de Sigrum, una diosa rubia islandesa que lo único que le dijo fué "no hemos casi hablado tu y yo pero tengo buenas referencias. espero te lo estés pasando bien". el atardecer fué grandioso y potente pero no tan poderoso como el dia en que lo escrutó y lo contempló en una creperia en palafitos paladeando una o dos caipirinhas: sencillamente sobrecogedor, tremendo, asombroso, extraordinario, sorprendente.
a la mañana siguiente desayuno con diamantes pero todavía no consigue el viejo darse cuenta de donde está, pero repentinamente la vista de playas enormes, inmensas, de la arena finisima y blanca, de los acantilados preciosos con bosques tropicales le pusieron en su sitio: lo que sintió fuè un sosiego y una calma sin precedentes. baños en aguas azules y verdes casi esmeraldas, la fuerza de las olas que le arrastraban y que le procuraron heridas leves en la piel del hombro derecho y de los dos pechos, comida con pescado, arroz y fajao. de ahí en adelante el descanso fué total y absoluto. su Realeza se quedó sin palabras y sin palabras se dirigía a la gente que encontraba en su camino, compartiendo con ella el silencio. las playas se sumaban una tras otra en los días a venir como símbolo de un pequeño paraíso coloreado y efervescente: arena, rocas, palmeras, mar salada, espuma blanca. largos paseos por la orilla del océano que se iba retirando dejando en la arena su rastro como lechos de ríos, el buggy que le hacia saborear la expansión del mundo perdida en la vastedad del ser. y llegó también una fiesta en una casa blanca con piscina, una piscina que besaba el umbral de la residencia de Sigrum, una diosa rubia islandesa que lo único que le dijo fué "no hemos casi hablado tu y yo pero tengo buenas referencias. espero te lo estés pasando bien". el atardecer fué grandioso y potente pero no tan poderoso como el dia en que lo escrutó y lo contempló en una creperia en palafitos paladeando una o dos caipirinhas: sencillamente sobrecogedor, tremendo, asombroso, extraordinario, sorprendente.
los encuentros con personajes extraños que quería hacerse pasar por humanos fueron numerosos: Amparo, una chica peter pan marcada en su piel por un accidente juvenil, Jhonny, un grandullón sabelotodo, Susana, un amor de mujer cariñosa y cotilla, Haiko, un chicarron del norte de la voz profunda y vividor de sus vicios, Nicolás, adonis rubio esquivo, Manuela, pequeña afrodita flaca y delgaducha que más que hija de Zeus y de Dione, parecía verdadera hija de Baco, Sergi, el Hefesto de la comunidad, Leila, una mezcla entre una vidente caraibica y Casandra, Patricia, eterna esclava de lo efímero, todos ellos y más realmente singulares, potencialmente poéticos y probablemente mefistofélicos.
y pronto llegó el dia del regreso no muy deseado pero no habia que dejar al caso y al caos el dominio de la propia existencia. así sin huellas ni vestigios su Majestad volvióse a los sólitos y comunes lugares de residencia llevandose como marca un bronceado, metáfora de esta impactante desconexión.