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miércoles, 14 de noviembre de 2012

Kindalife


Una mañana más. Nubes, luz gris del día, lloverá o no, quien sabe. El sol nos espía. La ventana abierta, la cortina que se mueve con el aire que entra en el cuarto. Una maleta que está por hacer, la cama deshecha todavía algo caliente. Proyección hacia un posible futuro, algo que parece tomar forma, tranquilamente. Una fotografía del pasado que vuelve. Una persona que lucha para su amor. Amigos que emigran, otros que se quedan. Nuevas personas que se te presentan en tu vida. Conversaciones. Ruido de la calle, coches que van y vienen. No, no les he conocido en persona todavía. Suena el móvil. El ordenador encendido. Cuelgo. Alguien llama por skype. Ok ok ok, tranquilidad. Recojo algunas cosas. Petardos disparándose ahí fuera. La policía, la gente que se manifiesta. ¿Sabré tomar la decisión adecuada? Estoy algo cachondo. Miro al monje budista que tengo en una repisa. Un tulipán blanco. Consulto I Ching. Los coches pitan. Me duelen los músculos. Bueno va, consulto la numerología tántrica. Zumo de fresa y plátano. Un cigarro.
En marcha.

miércoles, 3 de octubre de 2012

hey wahtaya want from me


Hey, slow it down, whataya want from me?Whataya want from me?Yeah, I'm afraid, whataya want from me?Whataya want from me?
There might have been a time when I would give myself awayOh, once upon a time, I didn't give a damnBut now, here we are, so whataya want from me?Whataya want from me?
Just don't give up, I am workin' it outPlease don't give in, I won't let you downIt messed me up, need a second to breatheJust keep coming around
Hey, whataya want from me?Whataya want from me?Whataya want from me?
Yeah, it's plain to seeThat baby you're beautiful and it's nothing wrong with youIt's me, I'm a freak, yeahBut thanks for lovin' me 'cause you're doing it perfectly
Yeah, there might have been a timeWhen I would let you slip awayI wouldn't even tryBut I think you could save my life
Just don't give up, I am workin' it outPlease don't give in, I won't let you downIt messed me up, need a second to breatheJust keep coming around
Hey, whataya want from me?Whataya want from me?Whataya want from me?Whataya want from me?Whataya want from me?
Just don't give up on meI won't let you downNo, I won't let you down
And so just don't give up, I'm workin' it outPlease don't give in, I won't let you downIt messed me up, need a second to breatheJust keep coming around
Hey, whataya want from me?
Just don't give up, I am workin' it outPlease don't give in, I won't let you downIt messed me up, need a second to breatheJust keep coming around
Hey, whataya want from me?Whataya want from me?Whataya want from me?Whataya want from me?Whataya want from me?Whataya want from me?


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viernes, 21 de septiembre de 2012

Surprises

Dcode festival, Universidad Complutense de Madrid. 
Junto con mi querida Pensadora nos encaminamos hacia este festival, en principio para deleitarnos con la holy música de nuestros Sigur Ros: sí, el objetivo principal era esto, disfrutar de su concierto y de su música celestial, que a mi me hacen tener un viaje astral cuando los escucho, y en directo más. Pero, ya se sabe que uno va a los festivales también para ver con que te sorprenden, para descubrir cosas nuevas sin haberse informado antes, bueno por lo menos mi persona, así uno está más receptivo de lo que pueda llegar y no estar a la expectativa. Así mientras nos movíamos de escenario a otro, pues tuvimos la oportunidad de quedar prendados por Kimbra, como bien dice Pensadora en su PENS entrada Sorpresitas.... pero hubo otro grupo que nos encantó porqué bailongo, con mucha energía y que también lo daban todo en el escenario: oigan, las percusiones me fascinaron. Así que sin más paso a dejar huella de su paso por este festival. Os presento a The Shoes.
 

miércoles, 15 de agosto de 2012

Mémoires

Los meses han pasado rápido: muchos acontecimientos han dejado alguna que otra huella este año, y más de una vez he querido dedicarle una entrada aquí , en este espacio, pero delante de la pantalla, se me iba la inspiración. Los pensamientos se me han acumulado, pero he tenido tiempo para meditar y reflexionar sobre todo lo que recuerdo que he vivido en mi vida, ya que de repente tuve todo el tiempo del mundo para dedicar a mi mismo. ¿Culpa de la crisis? Bueno, que más da, pero he así recordado mi infancia y adolescencia. No considero haber nacido en una familia pobre, primero porqué en aquel entonces tampoco sabía lo que era la pobreza, y segundo porqué con los conocimientos de hoy en día puedo decir que era de una familia obrera. Vivía en la casa de mi abuela que ella nos había prestado mientras mis padres iban construyendo piedra tras piedra su propia casa, un kilometro más allá. La casa tenía dos plantas: en la primera planta solo se dormía, y cada mañana me tocaba bajar el orinal que yo y mi hermano teníamos en el cuarto por si por la noche teníamos nuestras necesidades: no pensaba en el mal olor o si por una casualidad me iba a caer por la escalera dejando aquello una pocilga, solo la encontraba una cosa de lo más normal, creyendo que lo hiciera todo el mundo, es decir las familias vecinas. La vida se hacía mayoritariamente en la planta baja, en la cocina y en el pequeño jardín delantero. Por la mañana desayunaba pan viejo mojado en la leche caliente con un chorrito de café, e iba comiendo capa tras capa de ese manjar, no sin haber antes puesto a cada una de ella una ingente cantidad de azúcar. Cogía después mi bici, y con mi mochila rectangular en plástico duro marrón me iba al cole. Los días de la semana pasaban bastante rápido, pero la sensaciones cotidianas eran muy intensas y eso hacía que el mismo día que se estaba viviendo pareciera un año de hoy en día.  Cuando llegaba el sábado, era momento de jubilo y todo cuanto se hacía era prepararse para el domingo, que era el día de fiesta. Así que tocaba ducharse (solo nos duchábamos una vez a la semana), y sacar la ropa mejor que teníamos para la mañana siguiente ir a misa y hacer ver a la gente lo guapos que podíamos llegar a ser, transmitiendo al mismo tiempo esa imagen de que todo iba bien y que la familia se las arreglaba muy bien para salir adelante. Nadie tenía que hablar mal de nadie, ni darle pié a que eso ocurriera. Llegaba el mediodía y llegaba la comida del domingo, caldo de carne con tortellini, y un segundo plato de carne con patatas al horno, y claro...de postre unas pastas de la mejor confitería del pueblo, y para mi padre por fin su café con grappa. Después todos a visitar los tíos y los primos: mi padre conduciendo su vespino 50cc (maldita la vez que decidió venderlo), mi hermano mayor delante de mi padre, mi madre detrás sentada de lado como tenían que hacer las señoras, y yo en el medio. Claro está que no se llevaba el casco, y ni falta que hacía. Siempre hacía sol, y siempre había mucha alegría (o era yo que no veía las nubes y las tormentas familiares, tanto económicas cuanto temperamentales)........eso si, a mi me tocaba el tiempo más despreocupado, mientras mis padres estaban en la finca trabajando como cerdos para levantar la nueva casa, que les costó once años antes de poder decidir que ya se podía ir a vivir, aunque no acabada. La mudanza fue algo raro y original: un pequeño tractor, que una familia cercana utilizaba para arar su gran trozo de terreno, iba arrastrando un carro con dentro nuestros muebles, que estaban plenamente al aire libre, y había que poner mucha atención ya que la carretera era de tierra y los agujeros en el suelo hacían saltar aquellos como si fueran cohetes a lanzar al espacio. Y de este viaje, no uno, sino varios.... y nosotros detrás por si se descolgaba alguna que otra pieza. Por fin luego pudo empezar nuestra nueva vida.... nueva casa de planta baja, ningún vecino al rededor,  la inmensidad del campo vacío de enfrente, las gaviotas que sobrevolaban el campo recién trabajado agudizando la vista para poder planear sobre el y comerse por fin algún que otro gusano, el cambio de las estaciones que se notaba por la siembra, el crecimiento y la recogida del trigo, mi padre en su huerta al lado de la casa y mi madre que, cuando por fin le habían regalado un ciclomotor, el Califfo, iba día sí y día también a hacer la compra al nuevo supermercado que estaba a unos siete kilómetros de distancia, hiciera calor, frío, lloviera o nevara, tuviera ella resfriado, fiebre o el cólera:  ella ahí con su par de ovarios bien puestos, con el pañuelo bien puesto en la cabeza para que el viento no le estropeara el pelo y con una caja de cartones de leche bien atada con hilo elástico detrás de la silla.