Tocaban las 16:35 de la tarde y me iba andando hacia la parada "Encants" de la linea del metro numero 2 de Barcelona. Había quedado allí con un hombre que apenas conocía, o mejor dicho que apenas había intercambiado algún que otro mensaje telemático. De el solo sabía que se llamaba Didac, que es abogado de derecho internacional, que tiene 43 años, que estaba casado con Bruno, un artista francés afincado en la ciudad condal, y solo había visto de el alguna foto. Al rededor de la parada no había absolutamente nada, unos edificios de pisos bastante grises, un banco y no mucha gente que entraba y salía de la boca del metro. Mientras esperaba decidí liarme un cigarrillo y fumármelo. Finalmente llegó: un hombre cuya presencia era agradable y de muy buen ver. Decidimos ir a tomar un café en un bar del barrio y empezamos a hablar. La conversación era fluida pero el tenía unos puntos que me sugerían que era bastante seco y a ratos ponía unas caras como si lo que estaba yo diciendo estaba totalmente equivocado o que por lo menos no le gustaba oír, y empezó quizás por cual razón a burlarse de mi ya meterse conmigo, hasta el punto que en un par de ocasiones me corrigió la gramática y mi manera de expresarme. En un primer momento me sentía como atacado, pero luego decidí dejar pasar todo aquello, y verlo como su manera de relacionarse conmigo, como si fuera una sorta de defensa personal, y es más como si fuera ( y lo fue) el que se reflejara en mi. Cuando se permitía expresar su opinión sobre mi o sobre lo que yo mismo opinaba, allí iba el, decidido y poco cauto, como maestro sabelotodo que tenía el derecho y el deber de instruir a sus discípulos. La cosa fue divirtiéndome y del bar decidimos ir a su casa. Por el camino empezó a decirme que me tenía que informar sobre las normas de hacer el trío con su marido, y yo simplemente no le contesté, hasta el momento que insistente en su casa me preguntó si me iba el trío. Le contesté que mi mera intención era conocer a gente, a personas reales, y si desde allí se hubiera llegado a compartir momentos de sexo o no, no le veía ningún inconveniente y le hice entender que no tenía que dar nada por sentado y descontado. Sabía que en mi lugar cualquiera otra persona se hubiera marchado de allí y lo confieso , este pensamiento se me pasó por la cabeza varias veces, pero no logro entender porque no lo hice. Así que pasamos la velada charlando un poco de todo, sobretodo de sus viajes por el mundo con su querido Bruno, por África, Indonesia, Brasil y ya no me acuerdo por cuales otros países, grabando los cantos locales, viviendo entre las tribus amazónicas y africanas rodeados por millones de bichos, de arte italiana renacentista, me explicó algunos cuadros que tenía a medio colgar en casa, me sugirió libros para leer, en fin tocamos un sin fin de temas y argumentos hasta que decidí marcharme, sin más, cansado de tanto agotamiento intelectual. Pero un tema, solo un tema, me llamó la atención: hablamos de la frustración, de como cada uno de nosotros nos ponemos y auto imponemos los limites, y nos creamos obstáculos inexistentes, de como nos inventamos expectativas y provocamos nuestro propio fracaso personal y nuestra propia depresión al no trabajar sobre nuestros sueños intentando hacerlos realidad, y de como por todo ello nos enfadamos con el mundo y en ocasiones nos volvemos ariscos.
HOLLYWOOD, JE T'AIME
Hace 4 días