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miércoles, 25 de agosto de 2010

Días cualquiera


Esa mañana me levanté a las tres y media: no porqué quisiera, pero la obligación de ir al trabajo pudo otro día más conmigo. Me duché, desayuné tranquilamente algo y después de vestirme cogí las cosas y me bajé al garaje a buscar el coche. En pocos segundos ya estaba en la carretera dirección aeropuerto. La hora era matadora, para todos, inclusive para los que limpian las calles, recogen basura o simplemente trabajan en la calle como los chaperos, que claro no solo están las putas en las esquinas de las ciudades. Extrañamente estaba muy despierto y bien despejado, tanto que yo mismo no daba crédito a mi estado de lucidez mental y física. A medio camino me llaman de la empresa para retrasarme el inicio de mi jornada laboral de un par de horas (porqué habré cogido el teléfono mientras conducía digo yo!), espetando que tuve mucha suerte ya que podía seguir durmiendo. Bien. Con tono muy relajado pero algo molesto les dije que seguía para la oficina: echando cuatro cuentas si hubiese regresado hubiera dormido igual media hora y me hubiese despertado con mala leche y mal cuerpo. Por fin llegó la hora de ir a trabajar (no porqué guste, sino porqué quien antes empieza ante acaba) y las horas pasaron sin más hasta que a las tres y media de la tarde llegué al hotel de mi destino, Ibiza, cansado y algo agotado. Hacía un día soleado sin una nube en el cielo. Así que después de haberme relajado un momento y después de un cigarrillo decido catapultarme a la playa, bueno a una playa de rocas que hay cerca. El calor era algo insoportable así que intenté meterme en el agua acercándome con mi chanclas a la orilla, y como no perdí una de ella... en tres segundos mi pobre chancla verde comprada en Pipa en Brasil desapareció de mi vista, yéndose mar adentro. Putada. No tenía manera de recuperarla, así que con el animo en paz ya me hice la idea que hubiera vuelto al hotel descalzo, solo que tenía que caminar por rocas y grava. Cuando fue la hora, ahí iba yo con un pié descalzo y otro enchancletado y la molestia de andar como un cojo bajo de la mirada de muchos turistas que sí te miraban pero no te decían nada ni preguntaban lo que te había ocurrido, ya que además en uno de mis pasos me corté el pié y sangraba. En fin experimenté la sensación de ser nadie, casi un sin techo a que la gente quizás porqué les tienen miedo y una consideración nula. Llegué al hotel, me compré otras chanclas, y por fin me ducho y me voy a cenar. Eran las siete y media....el día siguiente otro madrugón. Son las cuatro de la mañana y el despertador hace su deber: tocarme las narices cuando mejor estoy durmiendo. Me levanto y me aseo pero ya me noto algo raro en mi persona, como una pesadez indescifrable, como si el bochorno de todos los sitios de mar del mundo hubiese calado hondo en mis huesos. Aparté este pensamiento y zuuuuuuum de nuevo al aeropuerto...un día largo me esperaba, y la verdad que fue muuuuuuy largo. Llegué a mi casa a las nueve de la noche con tal cansancio que todo lo que comía, bebía y respiraba me sabía a metal. Vamos que en cuanto pude estaba en la cama, pero dando vueltas y volteretas antes de dormirme: cuando uno está muy cansado se le hace difícil hasta descansar. Y llegó el día siguiente: esta vez me desperté nada descansado y con aquella pesadez experimentada en Ibiza el día anterior pero más acentuada. Deambulé por la casa sin proferir palabra alguna y me parecí a un zombie. El día hubiera seguido así ya lo presagiaba, por cuanto me concentraba y meditaba sobre un cambio de actitud mental e intentaba animarme. .....driiiiiiiiiiiiiin...... driiiiiiiiiiiiiin... de nuevo el despertador que me recordaba que era tiempo y hora de otro afeitado, otra ducha, otra vez ponerse el traje de pingüino y irse rumbo al trabajo. "Venga" me decía" mañana libras por fin y te tomaras tu tiempo!" La jornada pasó sin más cosas dignas de nota, pero eso si, cuando llegué al aeropuerto de Barcelona, tuve que esperar una hora y cuarto al personal de Aena que se dedica a recoger los pasajeros inválidos, ya que traía dos personas con movilidad reducida, una de ellas de ochenta y cuatro años. En esa hora y cuarto llegué al desanimo, a destellos de angustia, rabia, impotencia, enfado y desesperación: por mi que no podía más y por esos dos pasajeros que tampoco tenían la culpa de nada. Pero como todo, esto también llegó a su fin y el día llegó a su resolución. Claro está me metí en la cama sin cenar, porqué entre pitos y flautas eran ya las doce y media de la noche cuando puse los pies en mi casa, y no teniendo nada preparado desde luego que no metía a cocinar. El día siguiente me desperté por fin descansado pero todas aquellas sensaciones que experimenté la noche anterior no me habían dejado. Tuve entonces un rayo de luz: en diez minutos estaba con mi mochila de camino a la playa con la idea de bañarme en el mar todo el día y lavarme y quitarme de encima las penas. La cosa funcionó (eureka!) pero tuve que pagar un precio: perdí en el mar agitado un anillo, mi anillo de plata tibetano con su oración-mantra que tantos años me había acompañado. Me noté un poco triste por eso, pero igual era el momento de cambiar.......quizás todo lo ocurrido (que no tiene nada de extraordinaria importancia) solo me estaba indicando que era hora de hacer un cambio, que había algo que cambiar dentro y fuera de mi.
Decía el pensamiento budista para el día de ayer:
Ten el valor de lanzarte a la existencia, de correr riesgos,/ de recibir golpes, sabiendo por adelantado/que vas a estar expuesto al juego de los contrarios,/acertado-errado, feliz-infeliz, alabanza y censura.
Así que piernas en los hombros y seguir marchando en la vida,.... pero despacio coño!!...."..come sempre del resto!!!"

3 comentarios:

Thiago dijo...

Bueno, cari, pena no me das, con una vida tan cosmopolita, ayer en Brasil hoy en Ibiza, jaaja siento lo de tu chancla pero el resto me da envidia, jaja


Y me encanta Sha Ding Ding, actuó este verano en A Coruña en un festival y fue la reina de la noche, jaja

Bezos

Lolíndir Palantír dijo...

tranquilo cari, no lo escribí por dar pena, sino todo lo contrario!!! jajaja pero que sepas que una vida cosmopolita cuesta sus sacrificios! Ding ding la decubrí por tu blog ya te lo dije, así que una vez más gracias.

PENSADORA dijo...

AAARRRGGGG!!! que malos son esos días, eminencia. Ya sabe usted que yo también los he sufrido más de una vez.

Lo bueno que tienen es que se pasan y lo bueno de que se pasen es que el "despertar" es más agradable áun.

Besitos guapo entre los guapos!