Video choice

martes, 18 de diciembre de 2018

Corredores humanitarios


Actualmente, el constante e incesante flujo hacia Europa de inmigrantes y refugiados de Medio Oriente y África que huyen de la pobreza y de las guerras está desafiando la cooperación paneuropea. El problema radica en que los gobiernos del viejo continente no encuentran un acuerdo para afrontar esta situación. Por un lado, se han cerrado fronteras a sus congéneres más necesitados; por el otro, las políticas de derecha de países del centro y del este europeo se oponen a su acogida, destacando actitudes xenófobas, racistas y egoístas.
Si bien hay que diferenciar entre inmigración y asilo, hay que recordar, además, que la Unión Europea se constituyó como ejemplo de valores humanos como la paz y la solidaridad.  En este sentido, mientras se sigue debatiendo en el ámbito europeo decisiones y medidas que hay que tomar se abre un rayo de esperanza. Iniciativas humanitarias como la de la Comunidad de San Egidio, que acogen a los más desamparados, incitan al pueblo a ser parte de la solución. Hacen ver que con el compromiso de la comunidad se puede llegar a solucionar esta cuestión candente, ya que así se podría proporcionar sustento económico-social y, por ende, la integración de los seres humanos más vulnerables.
Tenemos que recordar que nosotros, los europeos, también fuimos inmigrantes y refugiados. Aunque solo fuera por esta razón, tenemos que enseñar y practicar la solidaridad: todos somos parte del género humano con el mismo derecho a tener una vida digna, en cualquier parte de este planeta. No obstante, no se trata solo de acoger y facilitar las necesidades básicas a los más desfavorecidos, derechos humanos fundamentales. También se necesita que los acogidos se involucren en la nueva comunidad en la que se hallan. Igualmente, todos los gobiernos han de esforzarse más en buscar una resolución a los conflictos, de cualquier índole, porque los que han emigrado involuntariamente siempre guardarán la esperanza de volver a su patria.