Resumen
En este breve ensayo se analiza hasta qué punto la influencia y la expansión del inglés es una amenaza para las lenguas minoritarias y se observa que aquellas no son la única causa de la situación de precariedad que estas están viviendo, sino que también intervienen otros componentes. Primeramente, nos acercamos al concepto de lengua minoritaria dentro del ámbito europeo. Seguidamente, se examina la cuestión de la hegemonía del inglés y cómo ha llegado a ser una lengua de comunicación internacional y su alcance en la actividad humana. De aquí, se pasa a determinar los distintos factores y las circunstancias que inciden en el declive del uso de las lenguas minoritarias como la difusión de lengua anglosajona, la globalización, la imposición de las lenguas nacionales y el propio deterioro de las minorías lingüísticas. Asimismo, se hace mención a las medidas supranacionales y nacionales tomadas en el seno europeo para contrarrestar su desaparición y asegurar así su existencia. Por último, se indica que no solo estas medidas son necesarias, sino que hace falta también el involucramiento de las mismas minorías etnolingüísticas, ya que por sí solas estas medidas no bastan.
PALABRAS CLAVE: lenguas minoritarias, lengua franca, diversidad lingüística, política lingüística, precariedad lingüística.
Actualmente, numerosos informes y estudios de instituciones y organismos nacionales y supranacionales están alertando sobre la desaparición de muchas lenguas minoritarias europeas. La criticidad de esta situación nos lleva a analizar el porqué de tal fenómeno. Examinaremos los distintos factores amenazantes para dichas lenguas viendo que no solo el inglés ejerce una fuerte presión como lengua hegemónica, sino que concurren también otros elementos: la globalización, la imposición de las lenguas nacionales y el propio deterioro de las minorías lingüísticas. Para adentrarnos en el tema, aclararemos de antemano qué se entiende por lengua minoritaria y se indicará dónde se puede encontrar información sobre el estatus de las lenguas minoritarias europeas. Asimismo, veremos cómo y por qué el inglés se ha erigido en lengua franca y las consecuencias que se derivan de ello. Analizados estos aspectos, se abordarán los factores que influyen en la utilización o la desvalorización de las lenguas minoritarias y quiénes son los responsables de mantenerlas vivas o de ponerlas en una situación de peligro de extinción. Finalmente, se plantearán las cuestiones sobre cómo las lenguas minoritarias pueden sobrevivir en el futuro.
Un tema bastante complejo es definir qué es una lengua minoritaria. Según la Carta europea de las lenguas regionales y minoritarias (1992, p. 3) por lenguas minoritarias se entiende :
“las lenguas:
-practicadas tradicionalmente sobre un territorio de un Estado por ciudadanos de ese Estado que constituyen un grupo numéricamente inferior al resto de la población del Estado;
-diferentes de la(s) lengua(s) oficial(es) de ese Estado; no se incluyen ni los dialectos de la(s) lengua(s) oficial(es) del Estado ni las lenguas de los emigrantes.”
En términos generales, por tanto, se puede decir que las lenguas minoritarias son aquellas que no son variantes dialectales de las lenguas oficiales, no son per seoficiales y no reciben ninguna protección por parte de los Estados porque los mismos atribuyen la consideración de oficial a otro idioma. Sin embargo, hay que incluir dentro de las lenguas minoritarias aquellas que sí reciben esta protección en virtud de varias resoluciones y legislaciones dirigidas a preservar y promocionar la multiculturalidad y el multilingüismo en el ámbito europeo (Nuñez Martínez, n.d.), como el friulano y el catalán. También hay que englobar aquellas lenguas que se encuentran desatendidas, discriminadas o marginadas por extenderse a unas delimitadas zonas geográficas dentro de los Estados. Quizás, en este caso tendríamos que hablar más bien de lenguas minorizadas, ya que se encuentran en una situación de prohibición, represión o incluso persecución, lo que las lleva a un recorte en su utilización, como el romaní en numerosos países. No obstante, no se contemplan aquí solo las lenguas autóctonas, sino también aquellas lenguas que, aun siendo consideradas oficiales en algunos países, están subyugadas por el uso del idioma oficial de los países en las que se encuentran, como por ejemplo el griego y el francés en Italia, el eslovaco en Italia y Austria, el estonio en Finlandia o el alemán en Italia, Francia, Dinamarca y Bélgica, en resumen las lenguas fronterizas.
Actualmente, más allá de las veinticuatro lenguas que la Unión Europea reconoce como oficiales, hay más de cuarenta millones de europeos que hablan más de sesenta lenguas consideradas minoritarias (Unión Europea, 2018). Existe un mapa interactivo que muestra la totalidad de las lenguas minoritarias conocidas en Europa a través del sitio web The Ethnologue: Languages of the World. Además de visualizar datos referentes al número de población y al idioma o a los idiomas oficiales de un determinado país, se informa sobre cuáles y cuántas lenguas minoritarias existen, su presencia en una determinada área geográfica y su grado de vitalidad.
A la localización de las lenguas minoritarias se opone la difusión a nivel europeo de la lengua inglesa. En la actualidad, su alcance expansivo es indiscutible y la encontramos en la expresión oral y escrita en todos los ámbitos de la actividad humana: desde el conocimiento científico a la investigación, desde la economía a las finanzas, desde la instrucción a la cultura popular, desde la diplomacia a las relaciones interpersonales de individuos con idiomas nativos diferentes (Fishman, 2001). Las razones por las cuales el inglés se ha erigido en lengua de comunicación internacional y dominante dependen de varios factores: por un lado, el colonialismo británico y la consecuente concentración del poder económico en los países anglófonos de los siglos pasados y, por el otro, la globalización, la cual ha contribuido al desarrollo y a la implantación de todas las innovaciones e investigaciones científicas y tecnológicas producidas en los Estados Unidos y ha favorecido una mayor interconexión e intercambio (Fishman, 2001; Siguan, n.d.). Se ha establecido así el convencimiento de que quien domine el inglés podrá viajar por el mundo, organizar sus negocios, difundir su publicidad e información sobre productos, dar a conocer y discutir sus posiciones políticas, sus investigaciones científicas, sus ideas, opiniones e inventos. A esto se le añade el hecho de que, desde el punto de vista meramente lingüístico, el inglés “es una lengua muy flexible, que admite con facilidad las innovaciones a lo que puede añadirse que no tiene una Academia que la encorsete de modo que es sólo el uso el que sanciona el uso de las nuevas palabras” (Siguan, n.d., p.2).
Todos estos hechos ilustran que el inglés ha sido, y sigue siendo, un elemento indispensable en muchos territorios europeos. Además, en la presente era digital, el aumento continuo del contacto entre personas ha hecho que cada vez más empresas, equipos e instituciones “consideran prerrequisito tener conocimiento del inglés para acceder y conseguir un puesto de trabajo” (Fishman, 2001). Por esto es fácil entender que se haya potenciado el aprendizaje del inglés en todos los países. Tanto es así que en el curso de los años ha habido un crecimiento exponencial de la enseñanza de la lengua inglesa y se ha visto un incremento del número de estudiantes que se desplazan a los países anglófonos para perfeccionar sus conocimientos del inglés (Hamel, 2013). En un mundo cada vez más globalizado, está claro que el inglés ha tomado el rol de lingua franca, es decir, una lengua utilizada habitualmente por personas cuyas lenguas maternas son distintas. No obstante, se ha ido produciendo en los últimos años el fenómeno del regionalismo, es decir, una utilización más extendida de los idiomas oficiales de los Estados, y con ello la necesitad de proyectar estos mismos en la escena internacional intentando así desbancar la hegemonía del inglés (Hamel, 2013). Es el caso del español, el portugués y el francés, dado su número de hablantes y sus dimensiones geopolíticas (Guyot, 2010). Esto se ha traducido en un esfuerzo por parte de los países involucrados en defender la oficialidad del propio idioma destinando recursos económicos, políticos y educativos para tal fin (Fishman, 2001; Siguan, n.d.).
En este contexto, es fácil entender que se haya descuidado gran parte de las lenguas minoritarias europeas poniéndolas en una situación de precariedad. Se puede observar, por tanto, que existe una amenaza real a las idiosincrasias lingüísticas europeas tanto directa como indirecta. Por un lado, el inglés ha podido penetrar en las casas de todos los hablantes de cualquier lengua exportando su propia cultura popular gracias a la radio, la televisión, la música, las películas y la enseñanza (Fishman, 2001) y promoviendo la adopción de palabras anglosajonas (Siguan, n.d.). Por otro lado, las lenguas minoritarias se ven estranguladas por la fuerza que ejercen las lenguas nacionales. A esto hay que añadir la presión interna que aquellas sufren: las minorías etnolingüísticas, una vez interiorizada la dominación lingüística y cultural del inglés, abandonan su propio idioma con vistas a una integración en la sociedad mayoritaria, desvalorizándolo, y adoptan el inglés al tener más utilidad en número de hablantes (Guyot, 2010; UNESCO, 2017). En otras palabras, la colectividad se reorienta “hacia los valores, las prácticas y las connotaciones de prestigio de las sociedades representadas por la lengua hegemónica” (Hamel, 2013).
A pesar de ello, tanto la difusión del inglés como el cuidado de las lenguas regionales “han creado un efecto de presión en las comunidades pequeñas que crean bolsas de localización y de restablecimiento de las lenguas locales, resistentes al cambio global” (Fishman, 2001). De igual forma, este fenómeno se ve coadyuvado por la intervención de las instituciones europeas y de organismos supranacionales que respaldan su protección en nombre no solo de la pluralidad del continente europeo con su diversidad cultural, étnica y lingüística que en sí misma es patrimonio, fundamento y enriquecimiento de Europa (Nuñez Martinez, n.d.; Consejo de Europa, 1992; Hamel, 2013), sino también en nombre de los derechos humanos fundamentales, entre los cuales se encuentran los derechos lingüísticos. (Hamel, 1995). Esta intervención ha dado paso a varios mecanismos de supervisión y de puesta en funcionamiento de todas aquellas resoluciones e instancias que animan a proteger y fomentar las lenguas minoritarias tanto en el ámbito privado como en el público, cubriendo los sectores de la educación, la justicia, la administración, las actividades y las instituciones culturales, las actividades económicas y sociales y el intercambio transfronterizo (Consejo de Europa, 1992; Nuñez Martinez, n.d.). Esto se basa en el convencimiento que “sin diversidad no hay desarrollo y”, por tanto, “es necesario impulsar la evolución de las lenguas como fuente permanente del progreso de la riqueza humana” (Hamel, 2013). Igualmente, se ha establecido una elaboración de políticas, legislaciones y prácticas en el seno de cada Estado para que las minorías etnolingüísticas se vean defendidas. No obstante los esfuerzos por parte de todos los actores involucrados, muchas lenguas siguen amenazadas y, desafortunadamente, el futuro de estas no es nada esperanzador, ya que se vaticina su opresión y su consiguiente desaparición (Fishman, 2001). Aun existiendo medidas dirigidas a la conservación de las lenguas minoritarias, el respaldo nacional e internacional solo no basta. Los hablantes de las lenguas minoritarias han de desear conservar la cultura y las tradiciones de su grupo étnico y, por ende, su lengua, signo de identidad (Siguan, n.d.; UNESCO, 2017). Asimismo, será necesario también el uso escrito de estas lenguas, así como una gramática y un vocabulario, para que den testimonio de su utilidad. Por consiguiente, las minorías tienen que tener la voluntad de enseñar su propia lengua a las generaciones venideras (UNESCO, 2017; Siguan, n.d.).
En conclusión, se ha visto qué son las lenguas minoritarias europeas y se han expuesto las razones por las cuales el inglés se ha erigido en lengua franca y de comunicación internacional. Aquí, se ha apuntado a la lengua anglosajona como amenaza para la supervivencia de aquellas por su grado de penetración en todos los ámbitos de la actividad humana dentro de todas las comunidades lingüísticas. Sin embargo, se han identificados otros factores que inciden simultáneamente en la posible extinción de estas lenguas, como la globalización, la regionalización y la estigmatización por parte de los mismos hablantes de las minorías. Finalmente, se ha tomado en consideración las acciones y las medidas tomadas para que las lenguas minoritarias sobrevivan y perduren en el tiempo.
Bibliografía
· CONSEJO DE EUROPA. Carta europea de las lenguas regionales y minoritarias. (1992, 25 de junio).
· HAMEL, R. E. (2013). El campo de las ciencias y la educación superior entre el monopolio del inglés y el plurilingüismo: elementos para una política del lenguaje en America Latina. En Trabalhos Lingüística Aplicada(2013), vol. 52, n. 2, pp.321-384.
· SIGUAN, M. (n.d). Las lenguas y la globalización.
· The Ethnologue: Languages of the World, (2018, 21 de febrero). Sil International. Recuperado el 9 de mayo de 2018, de https://www.ethnologue.com