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miércoles, 21 de enero de 2009

Homenaje a un personaje


Tiziano Terzani y Asia, una historia larga cuanto una vida. Pero es Terzani que nos cuenta del Asia o es el Asia que nos cuenta de Terzani? Difícil el decirlo, tan fuerte es el vinculo que este hombre ha decidido tener con el más misterioso y contradictorio de los continentes. Leyendo su libro In Asia que en sus paginas se ofrece como autobiografía y reportage, crónica de costumbres y de aventuras, uno se encuentra a revivir los eventos que han marcado la historia asiática de los últimos treinta años (Camboya, Vietnam, Laos, Filipinas, Japón y la muerte de Hirohito, Corea del sur y su presidente-sombra Kim Dae Jung, Corea del norte, Pakistan, Kashmir, Sajalin, la islas Kuriles, Birmania y la revolución de los bonzos, Sri Lanka y su guerra civil, China y la muerte de Deng Xiaoping, el regreso de Macao y Hong Kong a la madre patria china, pero también entrevistas al XIV Dalai Lama, a Madre Teresa, a Bertolucci que rodó El ultimo emperador, a Giovanni Alberto Agnelli heredero de la FIAT), y volver así a pensar sobre los ideales que la han formado y los protagonistas de sus giros y finalmente echar una mirada a lo que podría ser su futuro. Pero al mismo tiempo Terzani nos invita a escuchar esa otra voz, la del Oriente verdadero, vivido en su cotidianidad, entre hombres y mujeres, entre sus dificultades, sus contrastes, sus rituales, sus curiosidades.... miles y miles de rostros que parece casi imposible que no sean destinados a influir este nuestro nuevo siglo. En fin un viaje tanto físico como espiritual. Aquí quiero dejar traducido por mi un pequeño trozo de esta obra:


Vivir en India, Nueva Delhi, Mayo 1997

"Porqué vives en India?" me preguntan cada vez que vuelvo a Occidente. En tres años hubiera podido encontrar una respuesta satisfactoria, pero cada vez me encuentro perdido.

No tengo dificultad en explicar que me fuí a Vietnám porqué quería entender la guerra y la revolución, a China porqué me interesaba el socialismo, a Japón porqué buscaba la modernidad, a Tailandia porqué quería descansar de todo este buscar que ha durado veinte años.

"Pero como se vive en la India?" insiste la gente. "Mal, pero se aprende a morir, y esta también es un arte que hay que saber guardar", me ha salido recientemente en el transcurso de una cena. Una señora me miró toda preocupada. "Usted está enfermo?" "Sí, como todos: de mortalidad". También esa era una contestación, pero provocadora, claro, porqué es cierto que la India te recuerda constantemente tu caducidad, pero es cierto también lo contrario. Sí, te pilla por la garganta, por el estomago, por la espalda, te toma el pelo - la india nunca te deja en paz -, pero es con estas miríadas de constantes, agresivas y repugnantes contradicciones que la India te da - extrañamente - la paz.

Hacía pocos días que estábamos en la India. Por la calle nos encontramos con un hombre de cincuenta años, con el pelo gris, bien vestido, con un pantalón y una camisa gris y una brillante guirnalda de flores naranjas alrededor del cuello. Andaba erecto, con la cabeza bien alta, con una sonrisa increíble y serena. "Ese sabe algo que nosotros no sabemos", dijo Angela , mi mujer. Aquí está otra buena razón para vivir aquí: entender lo que aquel hombre sabía.

"La India es el ultimo baluarte contra la globalización, la única cultura capaz de resistir la avanzada maníacal del materialismo", quisiera decir otras veces. Se que corro el riesgo de que se me malinterprete ("AH tu estas contra el desarrollo, quieres que los hindúes se queden pobres!"), pero lo digo esperando tener razón. Si la India, "guru de las naciones", como la veía un grande sabio hindú del principio de siglo, salva su identidad, también de algo nos beneficiaremos nosotros.

El día en que llegamos a Delhi para montar nuestra casa, la ciudad estaba tapizada por grandes pancartas: AQUÍ ESTOY OTRA VEZ. Era la Coca-Cola, vedada hacia diecisiete años atrás, que volvía. Los periódicos occidentales alababan plenamente la nueva política de "liberalización económica" y a mi también se me había pedido de escribir sobre la India que se abría y que se hubiera vuelto una de las mayores potencias económicas del Dosmil. Al contrario escribí como necesité semanas para tener un telefono, y cuando lo tuve, no tenia linea, y cuando esta llegó, como no pude llamar al extranjero y tuve que empezar todo desde el principio. "Si Usted se hubiera ido a vivir a Estados Unidos hubiera necesitado dolares, pero Usted ha venido a la India. Aquí necesita tiempo.", me decía mi queridisimo vecino. Necesité un tiempo para entender que la del tiempo era una grandisima a indianisima lección y ahora intento no angustiarme cuando - como a menudo me pasa - en el lavabo no hay agua, en la cocina no hay gas y la casa se vuelve totalmente oscura. Mi vecino sonríe y como el sonríen centenares de miliones de hindúes. Sonríen también los tullidos, los cojos que, en una fila muy larga sobre su desfondadisimas carretillas con las que se retan a duelo para ver quien llega antes, pasan en la madrugada por debajo de mi ventana para llegar al templo de Shiva donde les dan de comer, y, en los días de fiesta, también un vaso de licór.

La idea que la India, meta desde siempre de peregrinos del espíritu, se hubiera vuelto repentinamente y exclusivamente "un mercado para desarrollar" me parecía absurda y sacrílega. El proyecto de poner este extraordinario país de los miles rostros al paso con los demás pequeños milagrados económicos del Sur-este asiático y de la misma China - grande, pero achatada y culturalmente debilitada por el comunismo - no podía funcionar. Se dan cuenta ahora las grandes empresas internacionales: después del entusiasmo inicial, están recortando sus inversiones y retirando parte de su gente.

Los profetas del consumismo non son los primeros invasores que la India ha tenido que sufrir, aun ella quedandose ella misma. De cada uno ha cogido algo e indianamente lo ha reciclado. Desde el Asia central llegaron los musulmanes que pusieron sus pies en un imperio cuyas ruinas están ahora entre los grandes monumentos de esta tierra y cuyos herederos forman parte de la más numerosa comunidad islámica del mundo. Después llegaron los ingleses. Ellos también no cambiaron la India, pero le dejaron una todavía controvertida herencia de la que hacen parte un idioma que los une y un sistema democrático que, con todas sus aberraciones (por ejemplo la que siempre más gangsters y corruptos vienen elegidos en libres votaciones), es el orgullo nacional. ESTA ES LA MÁS GRANDE DEMOCRACIA DEL MUNDO dicen los carteles en todas las fronteras.

Los ingleses se fueron en 1947 y cada año los hindúes celebran durante tres días su independencia. Lo hacen espléndidamente con sus soldados que marchan en uniformes diseñadas por los ingleses y a ritmos ingleses tocados por bandas que todavía entre sus instrumentos tienen las gaitas. "Este seguir en la tradición de vuestros colonizadores es un símbolo de fuerza o de debilidad?" pregunté, después de mi primera parada a la que asistí, al jefe del gabinete del gobierno de aquel entonces. "Los ingleses hacen parte de nuestra historia" me contestó. También esa era otra lección: detrás de los episodios de la más inaudita violencia física, detrás de la milenaria violencia social de las castas, de los matrimonios contratados, de la esclavitud de las mujeres, de la cotidiana miseria, hay en India un fondo de tolerancia que nunca deja de sorprender: tolerancia de los hechos, de la realidad. Puede ser que por eso la india nunca ha tenido una revolución, a pesar de la - la más no violenta - de Siddharta y de sus seguidores: el budismo.

Ahora esta antiquísima civilización que ha contribuido enormemente a que la humanidad sea lo que es - entre los "inventos" de la India está Dios y el zero - cumple 50 años: 50 años de independencia. Los hindúes no habían pensado en este aniversario y se sorprende que el mundo venga a hacerle las cuentas, Las estadísticas , que no hacen justicia nunca a nadie - y aun menos a la India - dicen que el país no ha logrado controlar su población como hubiera tenido que hacer, que un grande porcentaje de personas vive todavía por debajo del nivel de subsistencia, que la mayoría no tiene acceso al agua potable, que la tuberculosis todavía es aquí mortal. Etcétera, etcétera. Y es verdad. El sistema político puesto en marcha en el 1947 se ha degenerado, la administración publica se ha vuelto más ineficiente y corrupta y el sueño gandhiano de una India moderna, basada en los principios del vivir sencillamente y del pensar grande - una India que hubiera podido ser el ejemplo para todo el mundo - ha fallado.
Pero la india siempre más apestada por la polución, cada vez más dividida entre pobres y ricos, entre campaña y ciudad, entre fondamentalistas hindúes y musulmanes, vive. La juventud dorada de Bombay baila en las discotecas, pero en las orillas del Ganges en Benarés y Hardwar centenares de miles de normalisimos hindúes se sumergen en las aguas pútridas y sagradas, miles y miles de sadhu , que han renunciado a cualquier posesión material, dan vueltas por el país viviendo de lemosina, respetados como ejemplo de lo que cada uno de nosotros tendría que hacer pero no se atreve.
"Baba, nunca has vuelto a ver a tu mujer?" pregunté a uno de estos santones en Calcuta que a la edad de 60 años después de haber atendido a sus deberes de ciudadano, marido y padre había dejado su casa para dedicarse a cantar las alabanzas de su Señor y lo hacía ya desde hacía veintiocho años. "No. Pasé una vez, pero se había ido al mercado y no he esperado. Hay que lograr librarse también de estos sentimientos de apego", contestó.
"Si Dios ha muerto en Occidente, en India todavía tiene miles direcciones", pienso cada vez que me voy de viaje. No hay sitio en que uno no se encuentre con fieles de alguna religión, con una de las tantas manifestaciones de la misma divinidad, con masas de peregrinos que a pié o en bicicletas, en bus o en palanquín se dirigen hacia algún lugar de devoción.
Desde Delhi basta con coger un tren por la tarde y en la madrugada llegas a otra sólita, desafiante y grandiosa India. Hacia el norte hay el Himalaya, al oeste el desierto del Rajastan, al este se encuentran las ciudades de la geografía divina, al sur la India clásica de la llanura. Vivo en el nuevo centro de la ciudad construido ochenta años atrás y aquí el tiempo es más o menos el de nuestro siglo con los mercados y los bienes de consumo del resto del mundo. Pero es suficiente con que haga un kilómetro, llegar a la tumba de un grande santo del sufismo, para encontrarme envuelto en los sonidos, olores y sensaciones de la Edad Media.
El viaje es continuo en el espacio y en el tiempo. Y la india está siempre ahí a contarte algo, a darte el sentido de ser tu que eres parte de una grande historia delante la cual no se logra ser nunca indiferente. Puede ser que por esto, de momento, vivo aquí.

3 comentarios:

Thiago dijo...

olassss

Tu blog tiene un título precioso y tu post es muy serio y muy intentesante. Supongo qu conocer la India debe ser una experiencia traumática en todos los sentidos... O vienes santificado u horrorizado, no?

Muchas gracias por hacerte seguidor de mi blog, aunque me extrañe, pq mi blog no es como el tuyo, mi blgo ya sabes que es un blgo mamarraxo, pero gracias de todas maneras.

bezos

Lolíndir Palantír dijo...

gracias Thiago, agradezco tu mensaje....no te preocupes por tu blog me gusta tal como es, a mi ver divertido y entretenido sin duda, tanto este tuyo como el otro blog que tienes....tambien los ojos quieren su parte claro!!! y tampoco te creas que siempre estoy así de serio.....
un bezo

ELECTRA dijo...

mi querido lolindir, me ha encantado esta transcripcion del libro, desde luego que voy a leerlo, es revelador, me han entrado unas ganas locas de ir a India...
besitos