Terenci Moix, en su artículo “Yo fui esclavo del tabaco”, califica de esclavitud su propia experiencia con el consumo del tabaco y advierte que el tabaquismo es una adicción.
El texto presenta una introducción, un cuerpo argumentativo y una conclusión y sigue el ordo naturalis. Al principio, el autor presenta como tesis el hecho de que, como fumador, ha sido prisionero del tabaco y reconoce que la responsabilidad en adoptar el hábito de fumar ha sido tanto suya como de las tabacaleras. Luego, demuestra su fuerte dependencia al tabaco con ejemplos personales como la cantidad de cigarrillos consumida, el deterioro físico y emocional ocasionado y los vanos intentos de dejar este vicio. Utiliza también argumentos contrarios, como las típicas excusas de los fumadores, para reafirmarse en su tesis. Por último, reconoce haber tomado la decisión de dejar de fumar y reitera que el tabaquismo es una esclavitud y arremete tanto contra su anterior falta de voluntad en desengancharse de esta adicción, así como contra las tabacaleras.
Desde el punto de vista lingüístico, se utiliza el lenguaje cotidiano, y su comprensión resulta clara, ya que hace llegar el mensaje con facilidad. Se siguen las reglas gramaticales, pero se encuentran ciertos errores de puntuación, así como de tratamiento de los extranjerismos. Ejemplos son la frase “Al doctor Juan Ruiz Manzano. Gracias.”, el uso del punto y coma y los términos “nouvelle vogue” o “los blessed sixties” que tendrían que ir en cursiva. Esto hace pensar que se trate de una conversación que el autor tiene con sus oyentes, por lo que se nota un uso más propio de la lengua oral. Igualmente, se trata más bien de una cuestión de estilo que de no querer seguir las normas lingüísticas. En cuanto al ornatus, Moix recurre al humor para que el mensaje sea más eficaz. Frases como “Me llamo Lillian Roth y soy una alcohólica” o “pero de mis tres paquetes de Ducados no me apeaba ni el dios Neptuno” demuestran que se toma su adicción con socarronería. Otro recurso expresivo que se encuentra en el ámbito más coloquial viene representado de la conjunción “y” al comienzo de alguna frase.